Capitulo 12: Odio las sorpresas.

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Me muero si llega a ser verdad lo que creo.
Tengo decidido ir hoy a la farmacia para que me den un test de embarazo. Espero que no me conozcan, aunque creo que será imposible, ya que papá es conocido hasta en lugares alejados de la mano de Dios. Solo espero eso. Que no sepan quién soy.
            Por un lado, me lo esperaba. No tiene mucho sentido que haga ese test, sí ya sé lo que va a pasar. Me va a decir que estoy embarazada, punto. Y si voy a un médico para cerciorarme, me dará los típicos detalles de que los mareos que he sufrido en los últimos días no son producto de una deshidratación o algo similar.
            Ya está. Pero no puedo fingir que no me preocupa. Como he dicho, en cuanto a emociones no se me da bien.
            ¿Cómo se lo iba a decir a mi padre, o a mi abuela? ¿Y a mis hermanos? ¿Cómo iba a decírselo? ¿Papá, vas a ser abuelo? ¿Abuela, vas a tener un bisnieto? ¿Mis queridos hermanos, vais a tener un sobrino? ¡Qué inoportuno era esto, Dios mío!
            Dejé de escribir. Ahora iba a leer otra cosa, para enterarme ya de la verdad de una vez por todas. Busqué en el tercer cajón de mi escritorio, y escondida entre portafolios, la encontré. Sonreí, abrí el sobre cuidadosamente y desdoblé la carta. La letra no era tan chapucera como la mía. Eran trazos finos con tinta negra, escritos posiblemente con pluma. Suspiré y comencé a leer.
Bethanie:
            Es tan difícil despedirme de ti de esta manera. Tú no sabes lo que es perder a un hijo, y espero que no experimentes esa sensación de ninguna manera. Pero por favor, compréndeme. Voy a ir a las Barred Falls, al acantilado que hay detrás, precisamente para tirarme de allí. No puedo más, y créeme que no voy a hacerlo por lo que tú crees.
            La situación se ha vuelto incontrolable. ¿Tú sabes lo que es discutir hasta el cansancio? Yo tengo razones para ello. Y te estarás preguntando cuales. Tu padre… bueno, digamos que era muy amigo de una famosa señorita de compañía. Me era infiel, y puedo apostar que aún lo sigue siendo. Su nombre era Maddy.
            Por eso me voy. Porque no quiero que nuestras discusiones perturben más tu mente ni la de Danielle o James. Yo acepté que él viniera con dos hijos de sus matrimonios anteriores pero él no aceptó mis condiciones, entre las cuales estaba la fidelidad incondicional. Entiéndelo, por favor. Lo hago por ti y por mí, pero sobre todo por ti. Porque el dolor que te cause mi muerte no será nada comparado con lo que podrías sentir si tu padre utilizara otros tipos de ataque contra mí. Te quiero y espero que seas feliz, muy feliz. Te estaré cuidando desde allí, desde mi nube. Desde el cielo.
Tu madre, Azora Dempsey Burton
            ¡Ay! Aquello me dolió en lo más hondo. Espero que nunca puedas experimentar la sensación que se siente al perder a un hijo. Es insoportable. ¡Precisamente la iba a poder experimentar! Vale, no. Por el momento, iba a comprobar si de verdad estaba embarazada y luego… pues no sé…

Había varias señoras delante de mí haciendo cola. En mis manos sostenía una pequeña cajita, con una especie de termómetro dentro. Pero sabía perfectamente que aquello no era esa especie de termómetro grueso. Era un test de embarazo, para ver si de verdad estaba… esperando un… bebé.
            Bebé. La mención de esa palabra me hacía sentir una ternura indescriptible, como si ya quisiera al garbanzo que poco a poco iba a ir creciendo dentro de mí. Porque era eso, un garbanzo. Lo más diminuto del mundo. Ya lo quiero.
            -Doce dólares, por favor-me dijo la cajera.
            Saqué del bolsillo el dinero. Aluciné de la manera que me miraba la farmacéutica. ¿Cuántos años creía que tenía?
            -¿Son ideas mías o estás segura de lo que te va a decir este test sin haberlo hecho?-inquirió mientras sacaba el dinero. Le miré con una mirada envenenada.
            -¿Por qué se inmiscuye en la vida privada de sus clientas?-pregunté con grosería, molesta.
            -Tienes ese rubor en las mejillas, el mismo que tuve cuando supe que estaba embarazada de mi primer hijo.
            -De acuerdo, eh… adiós. Gracias.
            Me di la vuelta y me marché. Salí corriendo hacia el bar que había enfrente. Había mucha gente tomando cafés en la barra. Pedí un vaso de agua, con la bolsa de la farmacia en la mano. Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía pensar en cómo se lo iba a decir a Cedric. ¡Oh, mierda! ¡Cedric!
            -Un vaso de agua, por favor-pedí a la camarera.
            -Enseguida-me sonrió, pues estaba chasqueando las uñas contra la superficie de mármol que formaba la barra. Me llevé las manos a la boca para morderlas, pero me contuve. No podía ser madre y tener las uñas mordidas… ¿Qué ejemplo iba a dar? Sacudí la cabeza.
            Me bebí el agua de un trago y fui directa al baño. Entré a una de las salas con retrete, me cerré y saqué las instrucciones de la cajita. Comencé a leerlas meticulosamente.
            Si en la pantallita de este test de embarazo directo hay un signo azul negativo, no esperas nada. En cambio si hay un signo rosa positivo, querida amiga estás embarazada.
            Parecía una adivinanza en vez de las instrucciones de un test de embarazo. Hice la prueba con nerviosismo, espere un minuto, posé el dispositivo al lado de la cisterna y me mordí el labio inferior. Lo cogí inmediatamente y miré el signo.
            Le voy a decir a Margaret que vaya comprando los pañales. Signo rosa positivo. Estoy… em… sí, vale. Estoy esperando un bebé. Estoy segura de que nadie odia las sorpresas tanto como yo. 

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