Capitulo 6: Fuego y Hielo

Category:

Tuve la suerte (o la desgracia) de que se me apareciera Nicole en sueños. Hacía mucho que no la veía, incluso la extrañaba. Puede incluso que estuviera sufriendo lo que ella misma había apodado como trastorno obsesivo por Nicole Clouds. El caso es que, de un modo u otro, la vi. Y encima, estaba en los pasillos del instituto hablando conmigo mientras nos dirigíamos a clase de física. Llevaba los libros bajo el brazo, y en la mano tenía apuntado el principio de conservación de la energía.
            -…Como te decía, están hechos el uno para el otro-fue lo primero que oí cuando empecé a escucharle.
            -¿Quiénes?-inquirí, confusa.
            -Pues Cedric y Bethanie ¿De quienes estamos hablando, sino?-me aclaró con tono persuasivo.
            -Yo soy Bethanie…-titubeé. ¿Cómo podía hablar en tercera persona del plural, si estaba hablando con la chica interpelada?
            -Sí, y yo soy Blanca nieves. ¿Dónde estarán mis siete enanitos? Me parece que me los he olvidado en casa. Luego iré a por ellos, pueden haberse enfadado conmigo-me contestó con sarcasmo.
            Me miré en una de las ventanas. Mi aspecto era muy distinto. Tenía el pelo rubio, los ojos grises y, y… era clavadita a mi hermana Danielle. No sabía que ella fuera amiga de Nicole.
            -¿Y por qué dices que hacen buena pareja?-le pregunté, desconcertada.
            -Me tomarás como una exagerada y poeta en potencia, pero la verdad es que polos opuestos, se atraen. Deberías saberlo, eres su medio hermana.
            >>Cedric es como un zafiro. El color azul expresa bondad y transparencia, inocencia y juventud, frío y belleza. En cambio Bethanie es… es… como un rubí. El rojo significa calor y carácter, pasión arrolladora y… pues también belleza, pero más fuerte. La mezcla perfecta entre fuego y hielo… Lo mejor de todo es que son personas completamente contrarias, pero exageradamente iguales.
            -Ah, vale-decidí callarme. 
                No tenía mucha idea sobre el significado de los sueños, en realidad nunca me había preocupado por ese tema. Tenía una opinión muy particular respecto a eso. No era de las personas que recuerdan los sueños eternamente. Simplemente los olvidaba, y no dejaba que pudieran influir en mi forma de pensar. En realidad, tenía recuerdos vagos de ellos al levantarme. Solo me acordaba de la parte fundamental, o a veces solo de pequeños e insignificantes detalles.
                Empecé a esforzarme en imaginar cómo continuaba el sueño, y las imágenes de este se intercalaban con la claridad que entraba por la ventana de mi habitación. Y de repente, todo el esfuerzo se desvaneció. Estaba despierta. <> me dije.
            Ante ayer había sido un día muy intenso. La fiesta, los sentimientos de Drake Marsden hacia mí, y… Cedric. Sobre todo ese chico llamado Cedric Bradbury.
            Me levanté de la cama con decisión. Hoy era domingo. Mi día menos favorito de la semana. Hoy era el día en el que Cedric iba a saber todo sobre mí.
            Para mi sorpresa, el escritorio estaba tal y como lo había dejado el viernes pasado, con la hoja arrugada en la que había escrito mis pobres ocurrencias y preocupaciones. Antes mi vida quizá fuera demasiado simple, pero ahora estaba dando saltos estratosféricos. Aún tenía el bolígrafo sin tinta más otros dos que había comprado a lo largo de la semana.
            Ayer, en cambio, fue un día muy breve. Me levanté a las cuatro de la tarde, y mis hermanos y Alex poco después que yo. Los amigos de Alex, Rasta y Richard, habían ido a la terracita que mi Danielle y yo teníamos preparada. Mi hermana se pasó toda la velada bailando con Robert Bale y James bailó con Kelly Preston. Puede que nadie recuerde nada de lo que pasó por el alcohol, y en eso me incluyo a mí. Solo me acordaba de la charla con Cedric después de hablar con Drake y tengo ciertas lagunas de lo que pasó después.
            Mi padre nos llamó para cenar a las seis. Danielle y yo comimos en pantalón de chándal con la camiseta del pijama y James y Alex en calzoncillos. A mi hermana le hizo gracia eso, era como si jamás hubiera visto a un chico de esa guisa. Yo también me reí, pero de ella a decir verdad. No se lo tomó mal.
             Me dirigí hacia la cómoda como todas las mañanas. Saqué un pantalón vaquero y una camiseta blanca de tirantes. Supe que iba a hacer un poco de fresco aunque estuviéramos en verano, asique busqué una camisa con cuadrados blancos y azules de manga corta. Me decanté por las simples zapatillas de cordones de siempre.
            Bajé las escaleras tan deprisa como pude. Cogí las llaves del coche del taquillón y abrí la puerta de casa. Observé el vestíbulo donde se había desarrollado la fiesta hace dos noches. La casa estaba desierta, no se oía ni un ruido. Mi coche estaba aparcado fuera, como lo había dejado el miércoles.
            Prendí el estéreo. Empezó a sonar un remix de todos los éxitos del año pasado, muy movido. Las manos me resbalaban en el volante de lo nerviosa que estaba. Había quedado con él en un sitio muy cerca de aquí, al cual se iba por un camino de piedras y tierra mojada.
            El sitio lo había elegido él, era un paraje que yo apenas conocía completamente escondido y siendo franca, alejado de la mano de Dios. ¡Parecía mentira que conociera mejor Shadows y sus alrededores que yo! Vale, llevaba viviendo aquí toda mi vida. Era el típico mirador de las películas en el que las parejas dejan sus coches para ver desde ellos las estrellas y la ciudad iluminada. Sería mejor ir allí por la noche, pero seguramente estaría plagado de gente, asique decidimos reunirnos a las doce y eran las once y media. Estaba segura de que me perdería, y aquello era lo peor que podía pasarme.
            En la radio comenzó a sonar una canción completamente desconocida cantado por un grupo muy conocido. Empezaron a sonar los primeros acordes con la guitarra eléctrica. ¡Pero qué estaba haciendo! Tenía que concentrarme más en mí, mí… cita con Cedric, aunque no fuera ese el término adecuado. El quería que yo se lo contase todo sobre mí, pero yo no estaba acostumbrada a sincerarme con una persona a la que acababa de conocer hace poco.
            Aparqué entre dos árboles, de tal manera que nadie vería mi coche desde abajo. Me bajé del coche, guardé las llaves en el bolsillo del pantalón y salí a la explanada desierta.
            El suelo estaba árido, parecía un paraje en medio del desierto. Desde allí, eso sí, podía observarse una vista preciosa de Shadows. Es increíble como una ciudad nada especial podía convertirse en una belleza cuando la contemplabas desde un ángulo distinto al que estás acostumbrado. Sentí unas manos sobre mis ojos.
            -¡Eh, tú!-exclamé intentando quitármelas de encima.
            -Mmm… ¿qué?-me respondió, dubitativo.
            -Parece que ya te recuperaste de la borrachera. El… el viernes estabas muy… para allá-titubeé con inseguridad, aún con sus manos sobre mis ojos.
            -Y tú también-me reprochó. En su voz se podía distinguir un matiz de diversión.
            -¿Vamos a estar así todo el día?-inquirí ligeramente molesta. Estar ciega me hacía indefensa, no sabía cuál era su expresión facial o qué estaba pasando a mí alrededor.
            De inmediato me quitó sus manos. Me di la vuelta para enfrentarme con él. Leí sus ojos; había mucha felicidad en ellos. Arrimó su cabeza a la mía, y yo le esquivé. ¿Por qué hacía eso, intentar besarme?
            -¿Qué estás haciendo?-me apresuré a preguntar.
            -¿No recuerdas nada de lo que pasó el viernes a eso de la medianoche?-preguntó extrañado.
            -No, ¿de qué debería de acordarme?
            Pareció desconcertado. Se apartó bastante de mí, poniéndose a un poco más de dos metros.
            -De nada, no te preocupes-me tranquilizó-Supongo que… lo he soñado.
            -¿Qué has soñado?
            -Nada, tranquila. Jolín, cuando quieres ponerte pesada… lo consigues de verdad, Bethanie-masculló con voz molesta.
            -Está bien, Cedric. No hemos venido aquí para comenzar la primera pelea asique… tú dirás.
            Se sentó en la tierra. Tampoco importaba mucho, sus pantalones vaqueros eran negros. Llevaba una sudadera de gris, que a decir verdad no le quedaba muy bien con su piel bronceada. Sus deportivas eran blancas con rayas negras. Me senté junto a él.
            -¿Por qué has decidido venir aquí?-pregunté, mirando al horizonte.
            -¿Te acuerdas de lo que pasó el viernes por la noche, después de que hablaras con Drake?-inquirió.
            Miré al vacío, intentando rememorar. Recordaba imágenes distorsionadas de la fiesta, cuando Drake me dijo que me quería, la mueca de horror que puse al saberlo, y luego, de manera muy borrosa, recordé mi conversación con Cedric Bradbury.
            -¿Tu hermano murió en un accidente de moto, verdad?-me aseguré-Cuando tú tenías doce años.
            -Sí.
            -¿Y tu madre te dejó tirado porque se sentía culpable, no es cierto?
            -Veo que te acuerdas perfectamente. Pero… ¿no te acuerdas de lo que pasó luego?
            -Mmm… no, ¿qué pasó?
            -Nada, no te preocupes-me tranquilizó de nuevo-Hoy eres tú quién tiene que responder a mis preguntas-me recordó con un tono un poco brusco.
            -¿Qué quieres saber?-le pregunté con recelo.
            -¿Por qué odias tanto a tu padre? ¿Y por qué te peleaste de manera tan brusca con Drake, si sois tan amigos?
            -Yo no odio a mi padre, Cedric. Nunca podría odiarle, por mucho mal que me hiciese. George es… es como es, y tengo que aceptarlo porque ahí está la cosa. Y en cuanto a Drake, pues… supongo que fue porque no le presté la atención suficiente, no le dije la verdad en su debido momento-farfullé.
            >>Me acuerdo perfectamente de ese día. Mis padres empezaron a discutir el cinco de Agosto. Al principio me pareció que era lo típico, una pareja riñe porque no tiene las mismas opiniones de determinadas cosas, pero… aquello cada vez se volvía más insoportable-me reí sin ganas-Aún con la puerta cerrada de mi habitación y oyendo música a todo volumen se oían sus gritos. Danielle y James estaban preocupados, porque de medio a medio James no conoció a su madre porque murió en el parto y la madre de Danielle desapareció, se fue a otro sitio sin llevarse a su hija porque creía que con mi padre se criaría mejor.
            Me detuve. ¡Había tantas cosas que tenía que contarle! Para él mi vida no era aburrida, en cambio para mí, era un pequeño charco de pocas sorpresas.
            -Azora Dempsey, es decir, mi madre, fue la mujer que más tiempo duró junto él. ¡Diecinueve años!-sacudí la cabeza-Aquello era algo de locos. ¿Qué había pasado con esa vieja teoría del amor para toda la vida? Comprendí que eso no era más que un caso inédito, que solo se producía en dos de cada veinte personas.
            >>Se suicidó. El padre de Drake llamó al mío para decírselo. Lo superé rápidamente, decidí que una persona que se suicida es una cobarde, aunque fue mi padre el que se encargó de meterme esa idea a presión en el cerebro. Después de que pasara una semana, mi abuela Margaret vino a vivir a nuestra casa. Ella tampoco es trigo limpio, no sé que le pasó con un alemán o algo, pero el caso es que pusieron carteles con su foto por toda Alemania, además era la época de Hitler… No sé, de todos modos, pienso preguntárselo.
            Me miró casi boquiabierto. Me reí entre dientes, pues a él le estaba causando emoción una vida de locura de una persona demente como yo.
            -Hay tantas cosas que yo no sé, Cedric… no tengo idea del pasado de Margaret, ni de los negocios que hace mi padre para estar tan podrido en dinero… Ni tampoco se la verdadera razón por la cual Azora se suicidó. James aseguró que eran como el fuego y el hielo, pero no le quise creer-esa mención me recordó a mi sueño de esta noche. Fruncí el ceño- Margaret y George me obligaron a dejar mis estudios universitarios para permanecer más tiempo en casa.
            >>Al principio me contaron una trola, de esas que a la primera de cambio te das cuenta de que son mentira. Me dijeron que no estaban seguros de que me encontrara con ánimos de volver a la universidad. Al principio exclamé: ¡Pero si soy yo la hija de la difunta, seré yo también quién decida si puedo estudiar o no!-me reí, esta vez incrédula- Y luego me dijeron que era la culpable de su muerte porque no la había hecho entrar en razón hablando con ella. Asique… ya ves tú. Lo ingenua que George y Margaret me creían-suspiré-Y ya está. Ese es el relato de mi vida hasta que te conocí a ti, que fue el día que decidieron soltarme.
            -Vaya, lo siento- se disculpó con sinceridad. No tenía ni idea de que hubieras pasado por todo eso. Al fin y al cabo, estuviste en tu habitación seis meses. Pero… ¿qué te pasó con Drake? ¿Por qué os peleasteis?
            -Me estuvo escribiendo e-mails durante esos seis meses y no se los respondí. Se enfadó conmigo porque creyó que le había olvidado.
            -Y ahora él te quiere…-musitó con un ligero enfado.
            -Eso es lo que dice él, pero estoy segura de que no es verdad. ¡Él estuvo con Chelsea! No me quiere para nada. Solo está confuso.
            -Lo dices como si tuviera quince años en lugar de veinte.
            -Todavía tiene diecinueve, asique no cantes victoria-le reprendí con tono cómico.
            -En realidad, yo aún no he cumplido los veintidós.
            -¿Ah, no?-pregunté- Bueno, no te ofendas, pero… parece que tienes los mismos años que yo. En un principio lo creí, creía que tenías diecinueve años.
            -¿Tan joven parezco?-quiso saber, riéndose.
            -Sí, pero siéntete alagado. A cualquier chica le hubiera gustado que le quitaran dos años.
            -Tú lo has dicho, a cualquier chica. Pero yo no soy cualquier chica, soy un chico y tampoco soy cualquiera.
            -Tienes razón, eres especial-contesté con sarcasmo. Me sonrió.
            -Me caes mejor de lo que me imaginé en un principio-suspiró.
            -¿Sí? ¿Y qué te imaginaste en un principio de mí?-le pregunté con los ojos entrecerrados.
            -Cuando te conocí en el bosque tenías la expresión más desorientada que vi en toda mi vida, creí que te habías perdido. Luego me respondiste con esa brusquedad que… ¡manda narices! Parecía que ya me odiabas y todo.    Comprendí que solo estabas asustada, y me observaste con una mirada de “no confío en ti” que me dejó paralizado. No era para menos, la verdad. Debiste de pensar que te iba a secuestrar o algo así.
            -Tú lo has dicho. No era para menos. Pero te perdoné enseguida. Eras la primera persona ajena a mí familia que veía después de seis largos meses-le confesé mirándole fijamente, sonriéndole.
            -Y fue ese carácter el que hizo que pudiera bromear contigo sin apenas conocerte. Luego nos encontramos en Darkshire, en aquella tienda y…-resopló-me asustaste mucho, de verdad. Tenías una mirada tan triste que me enterneció y puede sonar cursi o incluso empalagoso, pero… solo después de que conocieras a mis padres  me di cuenta de que no eras una chica; sino la chica, la alocada adolescente que tiene un amigo que come bombones para no deprimirse-se rió con todas sus ganas, y yo solté una carcajada.
            >>Vi esa mirada, esa sonrisa que me volvió loco. Tienes unos ojos especialmente hermosos ¿no te lo ha dicho nadie nunca? Un color que oscila entre marrón claro y verde oscuro. Y tus pestañas son las más largas que he visto jamás. Esa carita ancha, graciosa y afilada a pesar de tener mofletes-dijo explorando mis ojos, no me ruboricé por los pelos- Esos ojitos rasgados pero grandes que te caracterizan y en cuanto a tu pelo ¡dios santo! Tiene un color raro y extraño que en la vida vi, y mira que hay decenas de pelos marrones. Pero el tuyo es especial.
            Le observé fijamente. Me mordí los labios, miré para otro lado y luego volví a posar mis ojos en él. ¿Un poquito? No. Él también era el chico.
            -Tú tampoco te quedas atrás-refuté casi inconscientemente-Cuando te vi por primera vez en el bosque me sentí molesta e incómoda. Pero luego decidí que yo no era así, que no podía tratarte de manera tan grosera ¿qué impresión te llevarías de mí? No te merecías eso, aunque si es verdad que me metiste un susto de muerte y creí que me iba a desmayar. Llevaba seis meses sin sentir nada, exhausta y sin poder decir lo que sentía. Nadie me hacía caso. Pero apareciste tú.
            >>Cuando nos encontramos en Darkshire te juro que sentí tantas cosas que… Drake acababa de llamarme bicho raro y encontrarme contigo fue como un rayo de sol en un día nublado. No me lo podía creer porque eras tú, Cedric Bradbury. En la cafetería me sinceré bastante contigo y bromeamos juntos. Esa tarde me reí mucho y por un momento el vacío que habían dejado Drake y mi madre desapareció.
            Me detuve un minuto para coger aire; me estaba entusiasmando demasiado, pero no era para menos.
            -Encontrarte fue mejor de lo que me imaginé. Te invité a la fiesta y me pareció que sería el mejor momento para conocernos definitivamente. Pero antes de que fuera, me presentaste a tus padres, me llevaste a tu casa y me enseñaste cosas sobre automóviles. Comprendí tu propia visión del mundo y espero que tú hayas comprendido la mía y ojalá que no te pareciera demasiado anormal. Voy a trompicones por la vida, tengo miedo a las montañas rusas y formo parte de una-sacudí la cabeza.
            >>Yo tampoco nunca había visto unos ojos así. Tan abiertos, tan atentos. El color que se puede ver en ellos no es nada del otro mundo, es un marrón chocolate cualquiera, pero tus ojos combinan de maravilla con la piel bronceada y el pelo moreno. Exteriormente eres genial, un chico guapísimo, el mejor de todos. Pero interiormente, cuando se te conoce bien y puede que me esté precipitando porque no te conozco tanto como me gustaría, eres una magnífica persona. Tú también eres especial, la persona más especial del mundo, esa que me ataca al sistema nervioso como una droga a la que solo yo soy adicta y vulnerable.
            Sonreí. El también se reía, se me iba acercando más, iba disminuyendo la distancia entre nosotros. Cuando lo tenía a menos de seis centímetros, me atreví a añadir:
            -Solo han hecho falta dos semanas para que esto se produjera.
            -¿El qué?-inquirió, confuso.
            -No te quiero, al menos no de la manera que quiero a Drake. No me gustas, ni poco ni mucho, nada-le miré fijamente a los ojos, me volví valiente. Esperó- Es un sentimiento que jamás había sentido con nadie. No sé ni cómo explicarlo, creo que es amor, pero no me atrevo a dar nada por sentado.
            Miró al vacío, riendo entre dientes. Luego volvió a mirarme con sus penetrantes ojos. Tragué saliva. Pareció nervioso. Suspiró de nuevo.
            -Quererte es poco comparado con lo que siento por ti…-musitó al fin. Me conmoví.
Se echó encima de mí, dejándome atrapada contra el suelo. Me besó los pómulos, la barbilla y por último los labios. Él estaba tan nervioso como yo. Sonrió mientras lo hacía, pasé las manos por su nuca, agarré la capucha de su sudadera y le enrosqué los dedos por la parte no engominada de su pelo.
Este sabor de boca me recordó a algún otro que yo había experimentado alguna vez. Sí, yo había besado estos labios antes. Ahora… ¿Cuándo? Era una de las cosas que tenía que preguntarle.
-Este no es nuestro primer beso, ¿verdad?-le pregunté cuando me dejó respirar. Seguía encima de mí.
Negó con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa deslumbrante. Volvió a besarme.
-¿Cuál fue el primero, entonces? Cuando, más bien-inquirí de nuevo.
-Otro día te lo diré. Te contaré todo lo que pasó la noche del viernes dieciocho de Junio. El día de tu fiesta.
Sus labios volvieron a posarse sobre los míos.
La mezcla perfecta entre fuego y hielo… Lo mejor de todo es que son personas completamente contrarias, pero exageradamente iguales.  


           
           
           
           

           
           

           
           
           
           
            

Comments (0)